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Ficha técnica

Dirección: Martin Scorsese

Producción: Alberto Grimaldi, Harvey Weinstein.

Guion: Jay Cocks, Steven Zaillian, Kenneth Lonergan.

Fotografía: Michael Ballhaus.

Edición: Thelma Schoonmaker.

Duración: 166 minutos.

Año: 2002

 

Por Lic. Wagner Ramirez Arroyo*

      Pandillas de New York, una película producida a inicios del siglo XXI que aún se mantiene vigente. Toca temas tristemente conjugados en la actualidad: La migración, la xenofobia y la violencia. Relata las vicisitudes de un inmigrante irlandés llamado Amsterdam Vallon (interpretado por Leonardo DiCaprio) con un argumento que gira alrededor de su venganza contra el asesino de su padre: Bill “The Butcher” Cutting (interpretado magistralmente por Daniel Day-Lewis).

      Nos ubicamos en la New York de la década de 1860. Mientras las estructuras políticas y económicas se encaminaban a la Guerra Civil, en las calles de New York las pandillas luchan por el control del crimen organizado. La película muestra dos mundos antagonistas: Uno civilizado y ordenado que se abandera bajo el progreso y la paz. Otro bárbaro y violento que se escuda detrás de la ley del más fuerte. El director Martín Scorsese logra con esta producción mostrar las similitudes de estos mundos: La corrupción es la cinética que mueve y aglutina las dos caras de New York.

      Podemos entender que la intencionalidad es mostrar esta época convulsa como un espejo de la sociedad contemporánea en la que fue publicada. La película fue estrenada en el 2002, inmediatamente después del atentado terrorista de las Torres Gemelas. El público que recibió esta producción fue testigo de una oleada occidental de xenofobia contra el mundo musulmán, la cual inició una coyuntura histórica de invasiones militares en Medio Oriente (Irak, Afganistán, Siria).

      Más que un rol histórico, esta película asume una posición acusadora. Exhibe como la violencia ha sido un recurso recurrente de la nación estadounidense, exponiendo su fuerte carga xenofóbica. La crítica emana desde una de sus más profundas manifestaciones culturales, el cine, lo cual resultó doloroso para los de postura más conservadora. Más incómodo aún es que el tema se mantiene vigente: El presidente Donald Trump ganó las elecciones con un discurso xenofóbico en contra de los migrantes y se ha visto envuelto en todo tipo de polémicas vinculadas con el irrespeto a los derechos humanos. Es irónico que este presidente sea hijo de una inmigrante escocesa. De igual forma en como Donald Trump acusa a los migrantes de todos los problemas, Bill “The Butcher” Cutting acusa a los irlandeses de los problemas de New York, paralelismo que es difícil de ignorar en estos tiempos.

      No fue casualidad que “Gangs of New York” no ganara el premio Oscar para el cual fue nominada. Detrás de la dramaturgia superficial y predecible del cine hollywoodense, Scorsese interpreta una sociedad neoyorquina, que a pesar de haber sido construida a partir de migraciones variopintas, cuenta con un fuerte discurso racista y xenofóbico dentro de sus filas. La violencia es pan de cada día, tanto en la microesfera de las clases bajas como en la élite que gobierna la ciudad de forma corrupta. No es casualidad que Estados Unidos sea el Estado Moderno vigente que más países ha invadido.

      La narrativa es simple, a pesar de la riqueza del guion. Desde el punto de vista didáctico tiene poco que aportar a la Historia más que la aguda crítica social. Cuenta con un reparto de primer mundo, con actores posicionados en el mercado y laureados. La vida del protagonista Amsterdam Vallon cautiva al espectador menos exigente, aunque la crítica social salta como dardos punzantes en cada escena. El trabajo de edición fue prolijo y magistral en estos términos: lograr un relato llamativo y rentable cargado de denuncias sociales. Scorsese pone el dedo en la llaga cada vez que puede. Esto le valió a la cinta el mote de antipatriótica, dejando entre dicho que la nación estadounidense sea la cuna de la democracia y la tolerancia, mostrándose, más bien, sedienta de violencia y sangre.

      El vestuario es más colorido de lo históricamente correcto, pero se utiliza como un recurso visual para que la fotografía se sienta moderna, en cierto modo es un simbolismo que vincula el pasado con el presente y procura impactar más al espectador. Los personajes están llenos de odio, egoísmo, rencores y celos. Leonardo aún no había explotado como el actor dramático de calidad alta, pero ya da tintes promisorios. Daniel Day-Lewis se roba el show actoral, su personaje es tan bien caracterizado que su sadismo genera desprecio y admiración, “The Burcher” es el verdadero motor de la parte emotiva, el respeto casi devocional que siente por su enemigo irlandés simboliza la contradicción de una sociedad construida a partir de migraciones pero con una fuerte carga xenofóbica.

      El final de la película es de corte épico. Las dos pandillas se enfrentan en una encarnizada lucha mientras son reprimidos violentamente por el ejército oficial. Lo cual es congruente con el rol geopolítico que jugó y juega Estados Unidos después de los atentados del 11 de setiembre del 2001 y el irrespeto contra los derechos humanos que han perpetuado contra personas migrantes en el 2018.

*Lic. Wagner Ramírez Arroyo, docente universitario de la Cátedra de Historia de la UNED, Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales y la Educación Cívica por la Universidad de Costa Rica y Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Americana. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.