Ficha Técnica
Dirección: Luis Estrada.
Guion: Luis Estrada, Jaime Sampietro, Fernando León, Vicente Leñero.
Música: Santiago Ojeda.
Fotografía: Norman Christianson.
Montaje: Luis Estrada.
Vestuario: María Estela Fernández.
País: México.
Año: 1999.
Duración: 122 minutos.
Por Mag. Warner Ramírez*
Esta película mexicana, estrenada en 1999, es una “oda” cómica a la corrupción vivida en México durante el monopolio político del Partido Revolucionario Institucional, específicamente en 1949, durante el gobierno de Miguel Alemán Valdés. Además, el director aprovecha para aludir a los gobiernos más recientes de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, con una forma intermedia entre lo explícito y lo solapado.
La trama inicia su desarrollo en una localidad ficticia llamada San Pedro de los Saguaros. Ahí, los vecinos decapitan de un machetazo al alcalde, quien trataba de huir con una importante cantidad de dinero público. El evento trasciende mediáticamente en los diarios y afecta la imagen del gobernador del Estado, quien aspiraba a ser electo como presidente de México. El gobernador encomienda a un esbirro de confianza la misión de buscar un reemplazo para el alcalde asesinado y así disminuir el efecto del escándalo. El escogido fue un viejo conocido suyo: Juan Vargas, el protagonista de la película, quien es interpretado magistralmente por el actor mexicano Damián Alcázar.
En primera instancia, Vargas pretende e intenta hacer su trabajo con honradez en busca del progreso del pueblo. Ante una infinidad de peripecias, Vargas visita al gobernador del Estado para solicitar fondos, pero este le entrega una copia de la Constitución de México y un revólver, diciéndole la frase que le da nombre a la película: “La ley de Herodes, o te chingas o te jodes”, aludiendo al hecho de que para sobrevivir en la política se debe ser corrupto. Paulatinamente, Vargas tiene un descenso moral que lo lleva a ser absorbido por el sistema corrupto. Así llega al soborno, el asesinato, la calumnia y la extorsión. Al final, Vargas alcanza las altas esferas de la política y el nuevo alcalde de San Pedro inicia de nuevo el ciclo dentro del sistema corrupto.
Lo que vemos en la película, a pesar de su tono humorístico, es una copia realista, casi un espejismo, de la realidad política mexicana, no sólo a mediados del siglo XX o finales de este, cuando se filmó, sino también de la actualidad. Es decir, su contenido ha trascendido temporalmente hasta nuestros días, manteniéndose vigente y recordándonos que la humanidad avanza a paso muy lento.
Artísticamente, la película es una maravilla y se ha convertido en objeto de culto dentro de los amantes del cine contestatario latinoamericano. Estamos ante una obra acabada con buena calidad y un mordaz tono satírico en su comedia. El relato se basa en una mezcla de personajes y localidades reales con elementos ficticios, lo cual le permite al director denunciar secretos a voces y evitar ser demandado por difamación.
Filosóficamente, el mensaje es triste y poco esperanzador. El personaje principal sufre una involución moral drástica. Inicia como un hombre honrado que quiere aportar a la sociedad con honestidad, pero conforme se sumerge en el sistema político corrupto, absorbe esa corrupción y la utiliza para adaptarse y sobrevivir. Este hecho nos recuerda el eterno debate entre los pensadores renacentistas sobre el origen de la maldad del ser humano. Por un lado, Rousseau defendía que el hombre nace bueno, pero es corrompido por la sociedad. Contrariamente, Hobbes sostenía que el hombre es inherentemente egoísta y violento y que necesita de un estado fuerte que lo obligue a vivir en paz. Resumía diciendo: "Homo homini lupus", “El hombre es el lobo del hombre”, aludiendo que, en nuestra propia maldad, los seres humanos nos hacemos daño entre nosotros mismos.
Hoy veo que, en redes sociales, muchos se aprestan a denunciar actos de corrupción en el gobierno de turno. Desde que tengo memoria política, recuerdo a Luis Alberto Monge sentado en la silla de acusados enfrentando procesos por malversación de fondos. No podemos olvidar a Rafael Ángel Calderón y a Miguel Ángel Rodríguez que hasta vivieron tras las rejas. Incluso, los defensores de la ética pública, los expresidentes abanderados con el PAC, también estuvieron en el ojo del huracán con denuncias en el Poder Judicial. Y de este gobierno, mejor no hablar, porque son duros para señalar en los demás los mismos errores que ellos cometen. La pregunta es: Si los que criticamos llegáramos al poder, ¿Qué haríamos? Antes de rasgarnos las vestiduras, debemos trabajar con honestidad.
*Mag. Warner Ramírez. Profesor de la Cátedra de Historia de la UNED. Correo electrónico: