Ronald Eduardo Díaz Bolaños*
Luis Diego Arias Campos
El 25 de julio de 2024 se cumplió el bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, un territorio que comprendía los actuales cantones de Carrillo, Hojancha, La Cruz, Liberia, Nandayure, Nicoya y Santa Cruz, además de los distritos peninsulares del cantón de Puntarenas. En otras palabras, correspondía principalmente a la porción occidental de la provincia de Guanacaste y se enmarca dentro del denominado Corredor Seco Centroamericano, territorio que discurre a través de la vertiente del Pacífico de América Central caracterizado por una marcada estación seca y donde es alta la posibilidad que ocurran sequías (González, 2012, p. 9; Van der Zee et al., 2012, p. 8).
El territorio ocupado por los chorotegas hasta el siglo XVI fue incorporado a los dominios españoles en América y dadas las condiciones climáticas, se hizo propicio para la instalación de una economía basada en la ganadería, por lo que surgió un sistema de haciendas principalmente en la cuenca del río Tempisque cuyas condiciones favorecían la siembra de pastizales. La carne, el cuero y el sebo, eran los principales productos obtenidos en las haciendas ganaderas, este último se empleaba para la fabricación de candelas y el barniz para las embarcaciones (Díaz y Salazar, 2017).
La actividad ganadera empezó a declinar en el sector sur del Partido de Nicoya a raíz de las incursiones de piratas para abastecerse de carne (por ejemplo, la que tuvo lugar en Nicoya en 1738), la exploración excesiva del hato y la adquisición en Panamá de productos agropecuarios procedentes de América del Sur; esto significó un repunte de la actividad ganadera del sector norte, próximo a los mercados de Nicaragua. El cultivo del añil en la Alcaldía Mayor de San Salvador - en el actual territorio de El Salvador - favoreció la importación de productos de las haciendas ganaderas nicoyanas, que también exportaron ganado a las haciendas guatemaltecas para su engorde y comercialización (Fonseca, 1994; Pérez, 1999; Díaz y Salazar, 2017; Díaz, 2019).
Tras la proclamación de la independencia de las provincias centroamericanas, el sector sur del Partido de Nicoya decide anexarse a Costa Rica, fruto del interés de una élite local que pretendía sacar provecho de sus vínculos con la élite cartaginesa y fueron afianzados con la designación del Pbro. Florencio del Castillo (1778-1834) como diputado representante de ambos territorios en las Cortes de Cádiz (1812). Además, esta élite nicoyana valoró las posibilidades que brindaba el comercio con el cercano puerto de Puntarenas y sus vínculos con Panamá, así como el control del poder local integrando este territorio a una entidad que ofrecía más estabilidad política que Nicaragua en ese momento y a cuya intendencia pertenecía como partido desde 1786 (Rodríguez, 2015).
Este hecho permitió la consolidación de Costa Rica como estado de la República Federal de Centroamérica (1824-1838), pese a la reticencia del sector norte, más próximo a Rivas y Granada en Nicaragua; si bien la anexión del partido de Nicoya fue ratificada por el Congreso Federal de Centroamérica en 1826, la villa de Guanacaste, hoy día Liberia, siguió perteneciendo a Nicaragua hasta 1834 (Molina y González, 2015; Rodríguez, 2015). En términos historiográficos, parte de ese proceso tras la disolución de la República Federal de Centroamérica ha logrado ser vislumbrado a través de los diarios de múltiples viajeros extranjeros que transitaron por la zona y que revelan aspectos relacionados con el paisaje, la economía, las formas de vida y la política, algunos de los cuales fueron recopilados por Carlos Meléndez (1974) en su libro Viajeros por Guanacaste. Desde una perspectiva en primera persona también se encuentran, para mediados del siglo XX, los múltiples trabajos de Miguel Salguero (1933-2018), quien reporta sus experiencias en los pueblos de Costa Rica, entre ellos algunos de Guanacaste (Salguero, 2007).
La ganadería se mantuvo como la principal actividad económica a través del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, aunque también se dio la explotación del palo de brasil para extraer el colorante rojo en el sector costero del Golfo de Nicoya, en cuyas aguas también hubo actividad perlífera (Payne, 2014; Díaz, 2019). La importancia histórica de la ganadería y el latifundismo en las sociedades y el paisaje guanacasteco ha provocado que hayan sido las temáticas más abordadas por los estudios históricos, siendo los trabajos de Gudmundson (1983), Edelman (1998) y Cabrera (2007) los más reconocidos al respecto. Asimismo, sobre esa misma temática también se ha estudiado la vida cotidiana en las haciendas ganaderas (Díaz Arias, 2011), y desde la perspectiva del metabolismo social y los flujos energéticos en los agrosistemas guanacastecos, recientemente se publicó el trabajo de Goebel et al. (2023).
Durante la segunda mitad del siglo XX hubo una desaceleración del auge ganadero exportador conocido como “Hamburguer connection” (Myers, 1981). Al mismo tiempo, comenzaron a surgir nuevas posibilidades en el turismo, el conservacionismo y la confluencia entre ambas, lo cual despertó el interés de una serie de científicos y científicas que llegaron a estudiar el bosque seco tropical protegido por el Parque Nacional Santa Rosa, creado en 1971. A pesar de que la actividad turística fue promovida de forma paralela con los planes de creación de áreas protegidas con la Ley Orgánica del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) desde 1955, no fue hasta 1985 a través de la Ley de Incentivos para el Desarrollo Turístico y la declaratoria del Aeropuerto Daniel Oduber de la ciudad de Liberia como de carácter internacional, que hubo una inclinación a favorecer el desarrollo del turismo en la costa pacífica guanacasteca ligado a la operación de grandes complejos hoteleros, entre los que se destaca el Polo Turístico de Papagayo, actividad que ha tenido un significativo impacto económico pero también, implicaciones de carácter social y ambiental para las poblaciones del sector costero de esta provincia (Evans, 1999; Morales-Zúñiga, 2010; Boza, 2015).
Las investigaciones históricas realizadas en años recientes en comunidades del cantón de La Cruz evidencian la adaptación de las poblaciones humanas a las condiciones características del Corredor Seco Centroamericano. En el caso de Cuajiniquil de La Cruz, a lo largo del siglo XX se conformó un pequeño poblado costero, relativamente aislado y donde sus habitantes, principalmente de origen nicaragüense, se dedicaron a labores agrícolas, ganaderas y pesqueras, donde la cercana Hacienda Murciélago - de importancia geopolítica - cuyas tierras fueron incorporadas al Parque Nacional Santa Rosa en la década de 1980, constituyó un referente en las relaciones económicas y sociales cercanas (Díaz, Mora y Madriz, 2019; Madriz y Díaz, 2020). Cabe destacar que dicha región ha ocupado un lugar marginal en los estudios históricos, centrados principalmente en el centro y el sur de Guanacaste, por lo que estas investigaciones han venido a complementar el conocimiento histórico sobre el norte de la provincia.
En cuanto a Santa Cecilia de La Cruz, también surgida en el siglo XX producto de la migración de campesinos nicaragüenses y vinculada a la dinámica del sistema de haciendas que se configuró en el extremo norte guanacasteco, a diferencia de la comunidad anterior se encuentra en una zona de transición hacia el clima de la vertiente del Caribe, entre las laderas del Volcán Orosí y la frontera con Nicaragua, lo que favorece el impacto de la dinámica político, económica y demográfica propia de un área fronteriza, sensible a los procesos político-militares experimentados en el vecino territorio nicaragüense en los decenios de 1970 y 1980, así como uno de los puntos calientes de las rutas migratorias procedentes tanto del norte como del sur (Arias, Díaz y Madriz, 2023; Díaz, Arias y Madriz, 2023-2024).
Las tendencias de disciplina histórica interesada en explorar nuevos horizontes temáticos se han ocupado de factores no humanos que inciden sobre la política, la economía y la sociedad guanacasteca, entre ellos el cambio climático. Además eso, también se ha estudiado el ingreso y proliferación de las langostas en los siglos XIX y XX y su relación con los fenómenos de El Niño. Las investigaciones históricas al respecto han resaltado la manera en que el territorio guanacasteco, por sus condiciones ambientales, han propiciado el ingreso de las nubes de langostas en períodos de fuerte sequía ligados a eventos extremos como los Mega Niños ocurridos entre los años 1877-1878 y entre los años 1925-1926, aunque en este último caso, las ráfagas de viento dispersaron las nubes hacia el Océano Pacífico (Retana, 2000; Díaz, Alfaro y Leitón, 2019; Alfaro, Madriz y Díaz, 2022).
Agradecimiento
Los autores agradecen al Programa de Estudios Sociales de la Ciencia, la Técnica y el Medio Ambiente (PESCTMA) del Centro de Investigaciones Geofísicas (CIGEFI) de la Universidad de Costa Rica (UCR) por su apoyo en la realización de esta investigación.
Bibliografía
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