Dirección: Steven Spielberg.
Producción: Debie Allen.
Guion: David Franzoni.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Música: John Williams.
Edición: Michael Kahn.
Duración: 154 min.
Año: 1997.
Escrito por Mag. Wagner Ramírez Arroyo*
A pesar de estar destinada al consumo de masas, contar con un director célebre y poner en escena un reparto rentable, esta producción tiene un mérito social colocando en la palestra un desafío pendiente de la humanidad: eliminar el racismo como recurso ideológico de los Estados Modernos.
Los hechos relatados se remontan a inicios del siglo XIX, en barco español, llamado “Amistad”, que cruza el atlántico repleto de personas africanas esclavizadas en condiciones paupérrimas. El hilo conductor arranca cuando los sometidos se logran librar de sus captores y logran arribar a la costa de Estados Unidos, donde son apresados y sometidos a un juicio para determinar si son esclavos asesinos u hombres libres.
En aquel contexto histórico, en el ámbito ideológico, había una fuerte radicalización en la discusión sobre la legalidad de la esclavitud. El director intenta ironizar la idílica sociedad estadounidense poniendo sus contradicciones a flor de piel, el siglo XIX fue particularmente convulso. Con sutileza muestra como la cuna de la democracia contaba con jueces esclavitas en la Corte Suprema de Justicia. El racismo como contradicción social, desgraciadamente, permanece vigente. José Marín González (2003) afirma que el racismo como ideología está presente en grupos gobernantes de extrema derecha y se evidencia cuando se culpa a los “inmigrantes de la crisis del mercado de trabajo o responsabilizarlos de las mutaciones que provoca la Globalización, concentrando la riqueza en unas pocas manos y marginalizando a grandes sectores de la población” (pág. 4).
La tensión argumental de la película recae en el debate jurídico que gira alrededor de los africanos. Según el sistema legal de Estado Unidos estos hombres sólo tenían dos posibilidades: demostrar que habían nacidos libres para recibir el reconocimiento de seres humanos o ser declarados propiedad legítima de la Corona Española.
La película también tiene fuerte carga emocional y visceral. Cinque es el más mediático de los cautivos, un agricultor africano con esposa e hijos que es capturado por miembros de una tribu enemiga, luego vendido a mercaderes de esclavos, quienes los embarcan hacia Cuba para trabajar como esclavos en las plantaciones de azúcar. Cinque es testigo de hechos atroces, ante la falta de alimento, los hombres más débiles son encadenados juntos y arrojados al mar con el fin de ahorrar recursos. Estas escenas buscan la empatía del espectador, se trata de llevarlo a sentir la crueldad de arrancarle a un ser humano su felicidad y sus ambiciones. Cinque es protagonista en la rebelión y en el proceso jurídico en contra de los africanos, no sólo aprende inglés, también llega a comprender las contradicciones del Estado Moderno, en este caso representado por Estados Unidos.
El protagonista solapado es Roger Baldwin, el abogado defensor de los africanos que al inicio basa el caso en demostrar que los esclavos no son propiedad de los españoles, pero que después tiene un crecimiento moral y enfoca el debate en demostrar que los acusados son seres humanos. El director utiliza este personaje como simbolismo de la sociedad estadounidense, la cual también creció moralmente y abolió la esclavitud. El inconveniente es que se busca exonerar a la sociedad argumentando que la esclavitud es un problema lejano en la historia que se ha superado. Pero el racismo sigue vivo y ardiente en un sector considerable de la población actual, lo cual quedó evidenciado cuando el electorado escogió como presidente a un candidato que basó su campaña en argumentos xenofóbicos.
Lo positivo es que la película se posiciona ideológicamente en contra de la esclavitud y el racismo, para esto exalta la figura de renombrado abolicionista, el expresidente John Qincy Adams, quien magistralmente aboga por la libertad de los seres humanos. El director busca exaltar como los hombres buenos (los verdaderos estadounidenses) intentan luchar de forma realista contra un sistema perverso, lo lamentable es que no denuncia la sociedad actual, más bien pretende justificar que los ideales de igualdad y libertad que se gozan en la actualidad son el producto de la valentía de aquellos hombres “buenos”. La contradicción radica en el racismo está en pie de lucha, inmerso en la política y en la cultura de los Estados Modernos.
*Mag. Wagner Ramírez Arroyo, docente universitario de la Cátedra de Historia de la UNED, Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales y la Educación Cívica por la Universidad de Costa Rica y Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Americana.
Referencias bibliográficas
Marín, J. (mayo-agosto de 2003). Las "razas" biogenéticamente, no existen, pero el racismo sí, como ideología. Revista Diálogo Educacional, 4(9), 1-7. Obtenido de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=189118067008