Emblemas blanco

 H I S T O R I A  Y  S O C I E D A D
Boletín electrónico

 

Ficha técnica
Dirección: Oliver Stone.

Guion: Oliver Stone

Fotografía: Rodrigo Prieto.

Edición: Thomas J. Nordberg.

Año: 2004

Duración: 175 minutos.

      Alejandro MagnoLos que trabajamos con la Historia, entendemos la tendencia natural de las personas de relatar los hechos a partir de una base cultural. Esto provoca que cualquier material que produzcamos, por más objetivo que intentemos hacerlo, siempre va a estar teñido con nuestros valores, sistemas de creencias o prejuicios. Por este motivo, cuando leemos un libro de Historia del Imperio Romano escrito en el siglo XIX, no sólo estamos percibiendo la vida del siglo primero, también la vida del siglo nonagésimo. Incluso, me atrevería a decir, que este hipotético libro me permitiría más entender las contradicciones sociales y económicas de la Revolución Industrial que lo realmente sucedido durante la época imperial romana. Es por este motivo que los que trabajamos con la Historia debemos leer “miles de libros”, si queremos tener una comprensión menos subjetiva de los hechos pasados.

      Un ejemplo claro de este fenómeno es la reconstrucción histórica que hacen los gobiernos latinoamericanos sobre el 12 de octubre, que difiere enormemente de la reconstrucción que hace el gobierno español. Un mismo hecho histórico visto desde dos ventanas diferentes. Si queremos una visión más exacta de los procesos históricos que ocurrieron en América y España durante el siglo XVI, debemos leer las dos posturas con el mismo rigor académico.

      Así, como esto le ocurre a la Historia como disciplina, la cual es escrita por personas académicas que se han casado con el método científico y se autodenominan baluartes de la objetividad y la rigurosidad investigativa ¿Cómo no le iba a ocurrir al Cine? El cual es escrito por personas que se han casado con la industria del entretenimiento. Cuando hablamos de “cine histórico” debemos tener claro, que, en términos estrictos tal cine no existe. Lo que podríamos disfrutar es un cine ambientado en una reconstrucción ficticia y subjetiva del pasado, a la cual llamamos “cine histórico”. Es normal que esté cargado de anacronismos e imprecisiones históricas, no es necesario rasgarse las vestiduras por esto. A partir de aquí, podemos sentarnos a disfrutar la película del 2004 titulada “Alejandro Magno”.

      El reparto fue de lujo, o al menos extravagante, lleno de actores muy cotizados y algunos de ellos versados en las artes dramáticas como Anthony Hopkins y Christopher Plummer, otros conocidos por su galantería escénica como Colin Farrell y Angelina Jolie. La dirección estuvo a cargo del irreverente Oliver Stone, el cual contó con un presupuesto exorbitante de 155 millones de dólares.

      La película trata la vida de uno de los personajes más famosos de la Historia, pero que a su vez es muy poco conocido en la realidad: Alejandro Magno, precisamente porque las fuentes históricas que retratan su vida están endulzadas con exaltaciones heroicas. Los antiguos romanos consideraban a Alejandro como un modelo a seguir, cuestión lógica porque se dedicaban al mismo negocio. Su figura fue aún más idealizada durante el renacimiento, exaltada por los académicos románticos y calzó muy bien en la Historia positivista del siglo XIX. En este sentido debemos reconocer el esfuerzo del director por humanizar el personaje e intentar desmitificar la investidura casi divina que le ha envuelto.

      El filme fue mal valorado por la crítica y prácticamente un desastre de recaudación, precisamente porque Alejandro fue retratado como un ser vil, lleno de contradicciones, con una vida sexual inaceptable para un héroe, en pocos términos: No calzaba con lo que el público de inicios del siglo XXI esperaba de una película. Precisamente el público esperaba un héroe idílico que aniquilaba villanos con justa causa (como el ejército estadounidense que invadía Irak). La imagen de un hombre egoísta, bisexual, sanguinario, llorón y con trastornos de personalidad no calzaba con el arquetipo del típico héroe americano.

      El ejército de Estados Unidos recién había invadido Irak desde el 2003, el público entendía que las invasiones tenían como objetivo salvar al mundo. La idea de un Alejandro Magno que andaba por Asia masacrando pueblos indefensos para saciar su ego y su sed de riqueza fue como una bofetada para la opinión pública norteamericana. Esta película, que podría tener una lista interminable de errores históricos, está más cerca de la realidad del siglo XXI que la cobertura mediática que hizo CNN de la guerra contra Irak. Los que hemos consumido el cine de Oliver Stone podemos entender que esta película es una crítica a la expansión militar de Estados Unidos en Asia.

      ¿Qué podemos decir del apartado técnico? La película es una maravilla. Los efectos visuales aún casi 20 años después se mantienen vigentes y convincentes. Los vestuarios, los paisajes, las locaciones, el maquillaje, el sonido y la fotografía con ese tinte sepia. Todo es armonioso.

      Actoralmente sí es limitada. Farrell y Jolie sobre actúan en exceso. Por un lado, Alejandro mueve su rostro como si tuviera un constante brote psicótico y Olimpia habla con un anacrónico acento ruso que no tiene cabida en la cinta. ¿Tan simple es el público americano? ¿Qué para recalcar la extranjería de un personaje se debe hablar con acento de Europa Oriental? No lo creo y lo valoro como un desacierto total. Creo que al público le cansó esa forma shakespeariana de abordar la trama con un triángulo de amor y odio entre el hijo, la madre asesina y el padre asesinado. Me parece que el abordaje del argumento pudo ser menos teatral. No es fácil reconstruir en una cinta comercial la vida de Alejandro Magno, pero las similitudes con Macbeth son abrumadoras. Para mi gusto la película tiene un ritmo muy irregular, cae en lapsos aburridos que la hacen sentir más larga de lo necesario.

      La Batalla de Gaugamela fue épica, tanto en la vida real como en la película. Fue dirigida de forma espléndida, los efectos visuales son armoniosos y muy bien editados los cortes. El director sumerge al espectador en el campo de batalla con escenas panorámicas, planos cercanos y vistas aéreas espectaculares que nos hacen entender la maravilla táctica de la época.

      En términos generales considero que Alejandro Magno fue una película incomprendida por una audiencia que se sintió ofendida de ver una realidad alternativa a la que esperaba. Esa es la consecuencia de ser vanguardista en un mundo conservador.