Ficha técnica
Dirección: Michael Noer.
Producción: Joey McFarland.
Guion: Aaron Guzikowski.
Fotografía: Hagen Bogdanski.
Edición: John Axelrad.
Duración: 133.
Año: 2017.
Por Mag. Warner Ramírez Arroyo*
El argumento inicia en París durante la década de los treinta. El protagonista es Henri Charrière, un habitual delincuente conocido como Papillon, quien se ganó este epíteto gracias a una mariposa tatuada en su pecho. Sus adversarios lo incriminan en un asesinato que no cometió y es condenado a cadena perpetua. Su peripecia inicia en el abordaje de un tétrico barco donde trasladaban los presos a la prisión de Cayenne, en Guyana. Desde la travesía inicia una serie de eventos que ponen a flor de piel el irrespeto por los derechos humanos que sufrían los privados de libertad a inicios del siglo XX.
En este barco, Papillon inicia su inesperada y muy cercana relación con Louis Dega, un famoso falsificador caído en desgracia y traicionado por su esposa y abogado. Papillon se compadece de la obvia debilidad y vulnerabilidad de Dega y decide acogerlo como su protegido. La película es una historia de un deseo incontenible y desesperado de fuga y todo gira alrededor de este recurso argumental y sobre este recae el escaso suspenso. El segundo tema es la amistad incondicional y leal que surge entre dos hombres considerados lacras de la sociedad, por lo cual, este mensaje secundario de la trama intenta humanizar la estigmatizada figura de los privados de libertad. El casting fue ligeramente atinado permitiendo una adaptación casi brillante. Los dos personajes principales son interpretados por dos jóvenes actores: Charlie Hunnam como Papillón y Rami Malek (quien recién interpretó a Fredy Mercury) como Dega. No considero justo compararlos con los actores de la primera versión: Steve McQueen y Dustin Hoffman respectivamente.
Aunque catalogo las actuaciones como buenas, el film no llega al nivel de magistral, sí podemos hablar de la falta de expresividad dramática mostrada por Charlie Hunnam, por otro lado me llamó fuerte la atención la desconcertante mirada Rami Malek quien realmente le da algo de credibilidad a la película. Para una película cuyo tema principal son innumerables intentos de fuga, la falta de suspenso es un pecado capital, incluso se pudieron haber abordado tramas de terror y alucinaciones oníricas. Me parece que el director no logró plasmar en la cinta la verdadera opresión que vivían los reos en estos centros penitenciarios inhumanos, se enfocó más en la estrecha relación de los protagonistas.
Por supuesto que, a mi gusto, faltó utilizar el simbolismo como recurso comunicativo para las mentes más suspicaces se entretienen descifrándolos, pero es notorio que este no es el estilo del director y por lo tanto se respeta esta carencia. En la escenografía fue difícil reconstruir el pasado, pudo haber sido un error técnico no filmar la película al menos en Suramérica (se filmó en Europa). Aunque la fotografía es agradable al ojo vernáculo, se quedan debiendo tomas de cámara más amplias. Tenía potencial para convertirse en una película de culto, pero al espectador le faltará sentir las emociones de los actores. Es lamentable para una producción decir que faltó realismo, pero así fue.
Esta producción no entra necesariamente en la categoría de cine histórico, pero tiene elementos que la acercan. Expone una crítica social al sistema carcelario francés a principios del siglo XX, el cual se caracterizaba por las fuertes y recurrentes violaciones a los derechos más fundamentales. El valor que podemos rescatar de esto es dar la posibilidad de denunciar, en pleno siglo XXI, como los países occidentales, promotores de todo tipo de instrumentos jurídicos para resguardar la integridad humana, entre ellos Costa Rica, cuentan con centros penitenciarios paupérrimos. Esto porque el cine es más que una experiencia artística, es un enérgico medio de comunicación social que incide en la opinión pública y en la propia cultura. Tal como nos dice Marck Ferro: “El Film se observa no como obra de arte, sino como un producto, una imagen objeto cuya significación va más allá de lo puramente cinematográfico; no cuenta solo por aquello que atestigua, sino por el acercamiento sociohistórico que permite” (Ferro, 1995, p. 39), incluso llega más lejos aconsejando que el cine sea usado como un documento para analizar la realidad histórica.
Papillon es una película útil, no tanto para ser exhibida como recurso didáctico a nivel de secundaria, pero sí para abrir el debate sobre la humanidad de las personas que están privadas de libertad y los derechos que le son denegados por la sociedad.
*Mag. Wagner Ramírez Arroyo, docente universitario de la Cátedra de Historia de la UNED, Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales y la Educación Cívica por la Universidad de Costa Rica y Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Americana.
Referencias bibliográficas
Ferro, M. (1995). Historia contemporánea y cine. Barcelona: Ariel.
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